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Tenemos que hablar del sexo

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Esto podría conducir a menos sexo informal, al menos en el corto plazo. Pero, teniendo en cuenta que la situación precise es claramente insatisfactoria, tal vez no sea tan malo.

Una mañana helada de enero me reuní con unos estudiantes universitarios en un restaurante bullicioso en el Higher West Aspect de Manhattan. Una mujer de 21 años describió un encuentro en el que su cita le dijo que no quería tener sexo, para asombro de los amigos a los que les contó después.

“Nos sorprendió que alguien con la posibilidad de tener sexo se abstuviera de hacerlo para dar prioridad a conocer a alguien…”, dijo, aún sorprendida. “Fue muy lindo, pero eso no debería ser así…”. Su amiga la interrumpió: “No deberíamos tratarlo como si fuera un unicornio”.

“Cuando imagines algún placer”, escribió el filósofo estoico Epicteto a sus alumnos, “espera un poco y haz una pausa”. Tenemos que reivindicar esta pausa. Para quienes hemos crecido en la estela de la revolución sexual, esto puede sonar como un llamado a la represión. Pero no tiene por qué ser un rechazo a nuestra sexualidad o a nuestro deseo. Por el contrario, puede ser más liberador (y dar libertad) poder decir no o “ahora no”, sobre todo en una cultura que nos empuja a decir que sí, queramos o no. Aceptar la pausa puede darnos el espacio para detenernos y pensar, para decidir lo que no queremos y para dejar espacio a lo que sí queremos.

En cualquier otra situación común a la experiencia humana (comer, beber, hacer ejercicio, incluso revisar o escribir nuestros correos electrónicos) nos hemos dado cuenta de que los límites producen resultados más saludables. Es poco possible que el sexo y las relaciones sean excepciones a la regla. Una cultura sexual desenfrenada no ha conducido necesariamente a un mejor sexo para todos o a mejores relaciones. En muchos casos, ha suscitado ser insensibles, desinteresados, lastimar a los demás y salir lastimados. Y en lugar de ser excitante, la sobrecarga sexual se ha vuelto aburrida.

Las reglas pueden hacer que las cosas sean más emocionantes, más bellas, más abiertas a la posibilidad de algo mejor, aunque todavía no estemos allí.

Christine Emba (@ChristineEmba) es columnista de la sección de Opinión de The Washington Publish y es autora de Rethinking Intercourse: A Provocation, del cual se adaptó este ensayo.



Supply: NY Times

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